mi-frio-exmarido - Capítulo 702
Capítulo 702
Amelia instintivamente se llevo la mano a la frente, frunciendo el ceño con preocupación.
Rápido, persiganlas, corrieron para alla, vayan a buscar!”
En el bosque nevado y helado, los pasos apresurados y los rugidos de ira se alzaban en un caos.
Una niñita con una chaqueta de plumas de color blanco pálido tiraba de otra con un abrigo de algodón
rojo intenso, corriendo por la nieve como si su vida dependiera de ello.
La niña del abrigo rojo, siendo un poco más pequeña no paraba de llorar, diciendo que ya no podía
correr
más.
Pero la de plumas blanca pálido seguia tirando de ella desesperadamente hacia adelante,
Al parecer, la niña del abrigo rojo tropezó con algo y cayó de bruces, arrastrando consigo a la de
plumas blanca, quien tambien cayó al suelo,
La niña del abrigo rojo lloraba a mares.
La mayor se levantó sintiendo pánico, tapándole la boca y tratando de cargarla para seguir corriendo
juntas. Pero con una diferencia de tamaño tan pequeña entre ellas, le resultaba casi imposible avanzar
cargándola y sin saber cómo hacerlo bien, apenas habian dado unos pasos cuando el pie de la niña
del abrigo rojo golpeó accidentalmente un tronco seco al borde del camino y ambas cayeron al suelo.
La del abrigo de plumas blanco rápidamente abrazó a la niña del abrigo rojo que rodaba cuesta abajo,
pero no pudo detener su caída y las dos se deslizaron juntas por la ladera hasta un hueco en la
montaña.
La rodilla de la niña ligeramente más grande golpeó fuertemente contra una gran piedra sobresaliente
en el hueco y las lágrimas de dolor brotaron de sus ojos, pero su caída se detuvo.
La niña del abrigo rojo se puso de pie torpemente, mirando a la de plumas blanca sin saber qué hacer.
Esta fruncia el ceño y quería llorar de dolor, pero se aguantaba. Se apoyó en la piedra intentando
levantarse. pero el dolor era tan fuerte que las lágrimas brotaron sin control y no pudo ponerse de pie.
Los ruidos de pasos apresurados y gritos amenazantes seguían resonando en la colina sobre sus
cabezas.
La niña más pequeña, se acercó a ella aterrorizada.
La del abrigo de plumas blanco luchaba por levantarse, pero no podía.
También miraba hacia el oeste con miedo y al ver una pequeña cabaña de madera no muy lejos, sus
ojos llenos de lágrimas brillaron un poco.
Se quitó su pulsera de esmeraldas y se la entregó a la niña del abrigo rojo, diciéndole que corriera
hacia allí, que sus padres y su hermanito estaban ahí, que la buscaran, que al ver la pulsera sabrían
que era ella, que ella la esperaría alli.
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Para evitar que el abrigo rojo destacara demasiado en la nieve, la de plumas blanca se quitó su
chaqueta casi del color de la nieve y se la cambió.
La niña del abrigo rojo dudó al recibir la pulsera y ponerse la chaqueta de plumas blanca, temia correr.
La niña más grande la urgia a correr, advirtiéndole que si los malos la atrapaban sería el fin.
Finalmente, la otra niña reunió valor, asintió y comenzó a correr desesperadamente hacia la cabaña de
madera abajo en la montaña.
Capitulo 702
La mayor miraba con envidia cómo se alejaba cada vez más, hasta que su figura se fundió con el
blanco de la nieve y desapareció de la vista.
Ella se quedó mirando asustada la dirección en la que la niña con su chaqueta de plumas blanca
había desaparecido, abrazando el abrigo rojo que le había quitado, sintiendo frío, miedo, hambre y
cansancio, pero no se atrevía a cerrar los ojos ni a moverse, por temor a perderse el momento en que
volvieran por ella.
Pero el cielo pasó de estar brillante a oscuro y aterrador, luego de oscuro y aterrador a iluminarse
lentamente de nuevo, pero nadie apareció en la dirección en la que había desaparecido la niña.
Ella no regresó.
Sus abuelos, padres y hermanito tampoco fueron a buscarla.
Amelia miraba fijamente la pulsera de esmeraldas en la muñeca de Fabiana y las lágrimas caían
inconscientemente de sus ojos abiertos.
Imágenes desordenadas y fragmentadas parpadeaban en su mente como una película y ella se
sumergía en el caos de su cerebro, olvidándose del mundo exterior.
Fabiana miraba a Amelia con cierta alarma, notando su rostro perdido en el trance.
Sabía que estaba mirando su pulsera.
Todas sus reacciones surgieron después de ver esa pulsera.
Habían sido compañeras de clase durante dos años y colegas por mucho tiempo; Amelia había visto
esa pulsera innumerables veces, aunque también tendía a quedar momentáneamente perdida al verla
por accidente, nunca había reaccionado tan intensamente como ahora.
La mirada de Amelia, con lágrimas fluyendo libremente, era particularmente desgarradora y triste.
Dorian acababa de salir de la cabina cuando, al levantar la vista, vio a Amelia en la multitud, mirando
fijamente la pulsera en la muñeca de Fabiana, perdida en sus pensamientos. La visión de Amelia
llorando hizo que su corazón se apretara y se abrió paso entre la gente para acercarse a ella.
Fabiana no tenía tiempo para prestar atención a su alrededor; nunca había visto a Amelia así y su
inquietud crecía sin cesar. Su mano que llevaba la pulsera se movió instintivamente, tratando de
esconderla detrás de
su cuerpo.
Pero Amelia reaccionó como si despertara de repente y extendió la mano para agarrar el brazo de
Fabiana.
“Esto es mío,” sollozó Amelia.
Los pasos de Dorian se detuvieron de golpe y sus ojos se abrieron lentamente al escuchar esas
palabras. Fabiana también miró a Amelia en pánico y sus labios reaccionaron antes que su cerebro:
“¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Cómo va a ser tuyo algo que yo llevo puesto?”